jueves, 20 de noviembre de 2008

Así fue

Hoy lo veo tan claro, y me llevó tanto tiempo darme cuenta.
Fue difícil para mí, te confieso que creí no poder superarlo nunca. Pero las cosas a veces simplemente se dan, primero dejé de extrañarte, después dejé de pensar en vos y finalmente un día me volví a enamorar.
Pero recién hoy puedo darme cuenta, que en verdad te dejé ir porque fuí muy cobarde, mis miedos eran más fuertes que las cosas que sentía por vos. No desaparecí porque no me importabas más. Mucho menos por amor propio ni por orgullo, desaparecí justamente por falta de todo eso.
Desaparecí porque no podía soportar un NO, y cobardemente elegí quedarme con la duda.

martes, 24 de junio de 2008

Una de cal, una de arena *

Esta mañana, después de un mes sin computadora, me la devolvieron intacta después de un intenso service. El reencuentro fue muy emotivo, nos abrazamos al borde del llanto, se hizo extrañar la sonsita. Lo primero que hice fue conectarme, me dí cuenta que extrañaba esto de comunicarme con el mundo exterior desde la cama.
Pero la emoción duró muy poco, específicamente hasta el momento en que el portero me hizo entrega de la “correspondencia”. Mi proveedora de banda ancha, que no tiene por que hacerse cargo de mi situación, me mandó la factura como todos los meses.
Sr. Fibertel, necesito decirle algo: una cosa es que me cobre un servicio que por cuestiones mías no pude utilizar, otra muy diferente es que me triplique el costo sin ningún aviso ni explicación.
En este momento estoy escribiendo la carta de queja. Señores o me bajan la tarifa o va a arder Troya. He dicho.

* Nunca supe cual es la buena y cual es la mala, tienen alguna idea?

martes, 13 de mayo de 2008

¿lo qué?

Me doy cuenta que me estoy poniendo vieja cuando me entero de lo que es un “EMO” mirando a Peter Capusotto y sus Videos.

viernes, 2 de mayo de 2008

Feriado

Llegué a la oficina con la sensación de que me sacaron de la cama un domingo para venir a trabajar. Después, seguí con la rutina laboral con sensación de lunes: fiaca y pachorra. Finalmente, ya terminando la jornada me rescato de que es viernes, viernes a la tarde, y estoy en la puerta del fin de semana. =))

Definitivamente, el día del trabajador me desorientó un poco...¿mañana es sábado, no?

lunes, 28 de abril de 2008

Abriles

Todos los años para esta fecha, me pasa más o menos lo mismo. Sucede a medida que se va acercando el invierno, y el cuerpo pide más abrigo. No se trata sólo de un cambio de hábitos. Supongo que a todos nos tira más quedarnos en casa un sábado a la noche: película y chocolate matan cualquier salida cuando afuera la temperatura no llega a los 8 grados. Pero no es sólo mi tendencia a invernar en mi cueva, es algo más.

El descenso de los grados es directamente proporcional al afloramiento de recuerdos que creo olvidados, hasta que, de golpe, aparecen todos juntos. Y todos tienen que ver con la misma época y con la misma persona. Es como una negación interior (e inconsciente) de soltar una parte de mi vida en la que fui muy feliz. Entonces cierro los ojos y aparecen imágenes, totalmente vivas, tardes de invierno allá por el 96. Me veo con mi uniforme impecable, rodeada de mis compañeros de secundaria, en la puerta del colegio esperando para entrar, en algún recreo planeando alguna de nuestras maldades o estudiando para algún examen que en esa época parecía imposible de aprobar. Me veo también en mi casa, viviendo con mis padres, mucho más jóvenes que ahora, aconsejándome, guiándome y retándome, como todavía lo hacen. Y también me veo con él, en su auto, en su casa, en sus brazos, en su cama.

Todo en esa época era perfecto. Sin saberlo, estaba completamente feliz. Después, simplemente crecí. Vinieron etapas diferentes y no por eso menos lindas. Pero ya las cosas no fueron ni tan simples ni tan fáciles. Será que aprendí, a fuerza de golpes, que no toda la gente tiene buenas intensiones, y que no todos los que se dicen amigos están en las buenas y en las malas. Aprendí lo que son los problemas económicos, aprendí que se siente cuando te rompen el corazón en mil pedazos.

Cierto es que el tiempo cura todo, pero también es cierto que si curé es porque tengo memoria selectiva: cuando me acuerdo de esas épocas sólo rescato la parte buena. No logro acordarme de la angustia que me provocó salir de la adolescencia. Simplemente me quedan los buenos momentos, la risa, los abrazos, los besos, que todos los años, finalizando abril, se me vienen inevitablemente a la mente, y me imprimen esta sensación, mezcla de añoranza con melancolía.

miércoles, 23 de abril de 2008

Así de fácil

Está buenísimo que un día cualquiera deje de ser un día cualquiera para ser EL DIA.

Paradójico, no? La nube de humo volvió a Buenos Aires, y a mí el cielo se me despejó de golpe.

sábado, 12 de abril de 2008

Katarsis

No se puede estar sentada esperando todo el tiempo que algo pase, sin hacer nada al respecto. Todos los días me digo esto, y sin embargo, acá estoy. Sábado a la noche, con todo un mundo en marcha ahí afuera, encerrada en mi casa, con la música a todo volumen, un libro abierto, la tele prendida en “mute mode”, una tarta en el horno y la incógnita de que fue lo que hice de mi día desde las once de la mañana hasta ahora. Sería genial si alguien pudiera develarlo, yo no tengo la menor idea.
Y así pasan mis días (mi vida) matando el tiempo, esperando que algo pase, sin darme cuenta que es justamente es el tiempo lo que pasa. La vida me pasa por arriba cuando se supone que yo debería atravesarla.
Me gustaba más antes. Sí, sin lugar a dudas me encantaría ser la “maría” de antes. Alegre, espontánea, llena de amigos y de planes.
Hoy puedo conectar con nada ni con nadie. Ni siquiera tengo ganas de intentarlo.
Es que no le encuentro la vuelta. No puedo.
Sé que todo el mundo tiene problemas. Todos cargamos con cosas, y no es posible que yo no pueda con las mías. Pero NO PUEDO. Entonces, no es sólo la sensación de sentirme la más desgraciada del mundo, sino el enojo de no poder hacer nada con eso. Y sobre todo, la impotencia de no poder sacar nada de todo esto.

viernes, 28 de marzo de 2008

...

No, no me fui de vacaciones, no me empaché con un huevo de Pascua, ni me quedé en un cacerolazo en Plaza de Mayo.
Es más simple, estoy sufriendo algo así como el síndrome de la hoja en blanco.
Tengo mil cosas dando vueltas en mi cabeza sin poder traducir nada en palabras. Ni por falta de ganas, ni por falta de tiempo.
Será cuestión de que pase la tormenta.

lunes, 25 de febrero de 2008

Jueves *

Ayer me desperté pensando “hoy almuerzo con uge”, y ya empecé el día contenta.
Los jueves son muy largos últimamente. Como es el único día que trabajo hasta el mediodía, no me queda otra que llegar temprano a la oficina. Y después de la una, liberada de mis responsabilidades laborales, tengo más actividades que en todo el resto de la semana. Incluyendo sábados y domingos. Para que te des una idea: clases de piano, curso de fotografía, facultad, gimnasio, psicóloga y cine. Porque sí: los jueves religiosamente, también voy al cine. Además, entre tantas actividades, imaginate que siendo mi única tarde libre de la semana, también aprovecho algún bachecito para ver una amiga, o tirarme al sol, sea a leer un rato o a tirar un par de fotos.
Decía que ayer empecé el día contenta, me levanté a la misma hora que todos los días de la semana, pero curiosamente llegué al trabajo más temprano. La oficina era la misma cucha de siempre pero yo me sentía más a gusto que de costumbre. Hasta el petróleo que tomamos en lugar de café tenía otro sabor. Y sí, era jueves. Era jueves y la iba a ver a uge.
Una menos diez apague la computadora, ordené la pila de papeles que tengo de inquilinos en mi escritorio y me tomé el tren.

Uge llegó tarde, como de costumbre. El único defecto que tiene mi amiga del alma es su impuntualidad. Al punto que un amigo en común la acusa de usar calendario, en lugar de reloj, claro.

Mientras la esperaba, me pedí una coca y me colgué mirando una pareja de viejitos que, sentados en el mismo bar, esperaban la cuenta. Siempre la gente mayor demandó mi atención. Desde chica que me pasa. Es que soy una convencida de que ven la vida con ojos de experiencia. Debe ser realmente muy groso haber (sobre) vivido 70 años en este mundo tan terrible, y es por eso que les debo todo mi respeto. La cuestión es que esta parejita derrochaba ternura. Estaban tomados de las manos. Esas manos arrugaditas, chiquititas por el paso del tiempo, apoyadas sobre la mesa, entrelazadas, acariciándose despacio, con calma. Y se miraban a los ojos, se reían con esos ojos llenos de expresiones. La moza llegó con la cuenta, el Sr. pagó, ayudó a su esposa (ambos tenían alianzas en sus anulares) a levantarse y se fueron abrazaditos.

Me quedé pensando en eso de un amor para toda la vida (amor que evidentemente se va transformando con el tiempo, pero amor al fin), en lo lindo que es encontrar esa mitad que complementa la existencia, y sobre todo, en lo simple que es, y en lo complicado que lo hacemos nosotros.
Cuando uge llegó, dice haberme visto con una media sonrisa y la vista pedida mirando la calle, a través de la vidriera.
Seguramente, si la misma escena me hubiera tenido de testigo un lunes, o un martes, no la hubiera analizado tanto. Pero era jueves, estaba esperando a uge, y estaba contenta.

* lo escribí el viernes pasado, y desde entonces estoy intentando publicarlo. Blogger se porta muy mal conmigo últimamente.

lunes, 28 de enero de 2008

Lección N° 1- La culpa es mía

Desde chiquitita acarreo esta patología. TODO me da culpa. Cada vez que tengo la posibilidad de elegir algo, en el plano que sea (un novio, un plan de sábado a la noche, una remera en un shopping), la alternativa dejada de lado me carcome la cabeza y me hace sentir culpable, culpable de no haberla elegido.
Es que, me entendés? si en lugar de haberle levantado el pulgar al lindo de J* le daba una oportunidad al dulce de G* seguro no sufría tanto, y mi salud sentimental sería otra. Si en lugar de gastar $98 pesos en esa remera hubiera caminado dos cuadras mas, seguro conseguía otra a un 20% menos. Y si en lugar de haberle regalado mi sábado a la noche a un tololo que no paró de hablar de sí mismo en un lujoso restorán, me hubiera juntado con una amiga a ver una película, la hubiese pasado muchísimo mejor y al menos me hubiera puesto al tanto de sus cosas, “es que hace tanto que no la veo!!!
Por supuesto que de haber elegido la opción que dejé de lado tendría la misma sensación por haber dejado de lado la opción que en realidad escogí.
Lo cierto es que la culpa me acompaña desde que tengo uso de razón.
Cuando tenía 10 años, lo mejor que me podía pasar era que mi madrina me invite a pasar el verano en su casa. Mis primas me doblaban en edad, me dejaban jugar con sus collares y pinturas, y sobre todo, yo podía estar entre las conversaciones que tenían con sus amigas, me sentía grande entre esas charlas sobre moda, chicos y música.
Pero aunque esos días eran de ensueño, tenía una terrible sensación en el pecho. La culpa, la culpa de haber dejado a mi hermanito (que tiene solo un año menos que yo) en casa. Solo y aburrido. Sus amiguitos de vacaciones, y él solito con mi abuela. Me sentía tan malvada que hasta lloraba cuando me iba a dormir. Por eso un verano decidí quedarme en casa. No lo iba a dejar solo otra vez. Y no sirvió de nada, porque me sentía culpable por no haber aceptado la invitación de mi madrina. La sensación en el pecho ya tenía otra razón para existir.
A medida que fui creciendo, la situación no cambió. La culpa siempre está ahí.
Si te contesto mal, me siento la peor persona del mundo, si en cambio me contengo y omito decirte las barbaridades que me salen de la boca a borbotones, me siento culpable por no haber sido yo misma.
Si me invitás y no tengo ganas de ir, una de dos: o me encuentro en tu auto sintiéndome culpable por hacer las cosas “por compromiso” o me quedo en mi casa con la sensación de “de última salía un rato en lugar de quedarme como siempre entre estas cuatro paredes.”
Disconformismo? Conchudez femenina? Esquizofrenia? Gataflorismo?
No lo sé. Cómo saberlo. El día que me conozca a mí misma voy a ser la dueña del planeta. Mientras tanto sobrevivo. Como puedo. Sentadita en un cordón, tomando fanta con pajita, viendo un atardecer uruguayo y reflexionando.
Porque viste que en vacaciones todo te llama a reflexión. Desde el porqué y para qué de la humanidad hasta la cantidad de cucharadas de azúcar que le ponés a un café.
Yo y mi culpa, mi culpa y yo. La culpa ahí, la culpa siempre, la culpa toda, la culpa- culpa. Después de todo, la culpa es mía, eso nadie lo duda.
Y el sol se ponía, y la brisita de mar me erizaba la piel, y Juan me dijo:
“En la Insoportable levedad del ser hablan de que somos infelices porque nuestra vida es lineal y no se repite, entonces al tomar una decisión descartamos otra que no podremos recuperar. Pero ¿y si logramos retroceder para tomar la otra decisión y comprobar qué habría sucedido para así no quedarnos con dudas? ¿Conseguiríamos quitarnos el peso de la lluvia en los zapatos?”
No sé, le contesté, pero por las dudas creo que de ahora en más voy a ir por la vida descalza. Después te cuento que se siente
.

viernes, 18 de enero de 2008

De vuelta en casa

Es duro volver a Buenos Aires después de más de dos semanas de descanso y reflexión.
Me fui a recibir el nuevo año a mi país natal, con viejos amigos y hermanos del alma que, a pesar de que los años pasan, nunca dejan de llenarme de energía y enseñarme cosas sobre la vida.
Así es que con el corazón contento y la esperanza de que todo lo que me traje no se me esfume en dos semanas de rutina, estoy de vuelta en casa.
Tengo tanto que contar que no sé por donde empezar, así que me voy a dar el lujo de tomarme un tiempo para ver que principio elijo, como dice mi amigo Juan, tiempo es lo que me sobra.