jueves, 25 de marzo de 2010

Triste

De esa tristeza que se siente hasta en los huesos, pero no se explica fácilmente, porque está hecha de muchas cosas, de muchas angustias y frustraciones, de viejas cuestiones pendientes y reiterados errores.

Quiero ser como esa chica que canta, la que tiene el pelo retro y se viste super alternativa. Vive de la cabeza y le pagan por cantar en bares y hacer stand up en teatros del under. Claro, el tema es que a ella le es fácil porque su padre tiene tantos contactos que con solo levantar el teléfono le llueven ofertas. Además no necesita el dinero que gana, viene de buena familia y tiene su futuro asegurado. En realidad trabaja para desarrollarse a si misma. Yo no tengo esa suerte, si no trabajo no como, para mi trabajar es un medio para otras cosas, la pena es que el “medio” me consume el tiempo que quisiera dedicarle al “fin” si es que lo hay.

Entonces no, quiero ser como esa chica modelo. Altísima, flaca, tiene el pelo ondulado hasta la cintura y las tetas hechas.  Muy hippie chick, tan linda y despreocupada. Viaja por el mundo haciendo catálogos y publicidades que no ve nadie, pero le dejan buenos ingresos para seguir viajando y comprar mas y mas cosas.  Cuando para en el país, se refugia en la casa de su novio del ambiente y sale de extra en alguna sitcom  que va a las 9 de la noche por la televisión pública. Pero claro, ella es muy linda. Y su noviecito famoso también tiene contactos poderosos que le hacen todo más fácil. Yo no tengo esa cara, ni esa altura ni me hice las tetas ni tengo 20 años.

Yo dediqué mi vida a estudiar una carrera, pasé mis mejores años preocupándome por exámenes, cursadas, notas y sobre todo por tener un trabajo que me sustente y que además implique mi crecimiento profesional. A mí no me quedaba tiempo para pensar en viajes y salidas cool un jueves a la noche. Yo no tenía plata para vestirme en rapsodia ni mucho menos para pasar por el quirófano y salir con la delantera de Pamela David.

Sin embargo yo era feliz, estaba convencida de lo que hacía, estudiaba una carrera que amaba y cada pequeño logro me daba una tremenda satisfacción.  

Sucede que las cosas se complican después de recorrido el camino.

Es hoy, cuando miro para atrás y veo tanto esfuerzo y tantos sueños para terminar trabajando en cárceles burocráticas, sin espacio para la creación ni el desarrollo, sin tiempo para absolutamente nada, tan presa del sistema y de un trabajo en el que me gusta el “que” pero odio del “como". En un día a día desgastante, aplastante que sólo me deja  la sensación de estar perdiendo el tiempo atrozmente.

Es hoy, cuando miro para atrás y quiero tener 20 años otra vez para vivirlos distinto. Para realmente disfrutar la vida en lugar de perseguir algo a futuro sin ninguna certeza de que va  a llegar. Porque no llega nada, nunca. Porque la vida es el recorrido, es el viaje, no existe algo como un destino final. Es mentira.

Entonces anhelo volver al punto de partida, no para torcer totalmente el camino, soy una convencida de que en mayor o menor medida tomaría las mismas coordenadas, pero quiero volver al punto cero para descartar el camino lluvioso, de ripio, quiero dejar de lado tantos kilómetros recorridos a toda velocidad sin siquiera bajar a estirar las piernas para tomar un sendero lleno de arboles,  que tenga mucho sol y viajar a veinte quilómetros por hora sintiendo el viento y escuchando los pajaritos.

Quiero volver a vivir con la conciencia de que el mientras tanto, el hoy, el momento es realmente lo único que importa. Lo único real.